¿Sabes lo que no quieres, pero no ves tan claro lo que realmente quieres?
En el artículo anterior, hablo de la importancia de definir bien el objetivo para poder lograrlo, pero ¿por qué muchas veces no sabemos definirlo?
Me acuerdo de un vídeo que vi hace algunos años. Ese vídeo enseñaba cómo aprendemos a decir y hacer lo que las personas esperan que nosotros digamos o hagamos desde muy temprano.
Se les regalaba una planta a un niño de 3 años y a una niña de 6. Al recibir el paquete los dos se quedaron muy felices. Cuando el niño lo abrió y vio que era una planta la tiró a un lado con mucha rabia. Por otro lado, la niña puso una sonrisa claramente falsa y dijo: “Gracias, es linda.” A continuación les regalaron un juguete, el niño se quedó todo contento y la niña pudo, finalmente, sonreír de verdad para dar las gracias.
Ese tipo de situación, que es estimulada por nuestra sociedad, nos hace muy ineficaces y desconectados de lo que realmente sentimos y queremos.
Con este comportamiento perdemos el control de nuestra vida simplemente por ya no tener consciencia de nosotros mismos; y lo peor es que nos acostumbramos a ello. Como si esto no fuera suficiente, llegamos al punto de valorarlo porque pensamos que estamos haciendo un bien al otro y dejamos de darnos cuenta de que estamos utilizando una máscara.
¿Qué podemos hacer para tener más control de nuestras vidas y tener más claridad de lo que queremos?
Tenemos que volver a conectar con nosotros mismos.
Pero Thais, ¿cómo lo hacemos?
En primer lugar, elegimos una situación que queremos cambiar. Después identificamos lo que realmente sentimos cuando ella ocurre. Y observamos si estamos actuando de acuerdo con lo que sentimos. Es un ejercicio de consciencia.
Aquí entra la parte divertida, si actuamos de forma diferente de lo que sentimos, lo miramos y nos preguntamos ¿qué puedo hacer diferente que esté más acorde con lo que siento? Entonces empezamos a tomar decisiones de manera consciente. Elijo qué hacer, no me dejo actuar de forma automática y asumo las consecuencias.
Parece más fácil actuar en el automático porque tenemos la sensación de que no hemos elegido estas consecuencias. Cuando ellas aparecen muchas veces nos rebelamos pensando que la vida es injusta.
Pero todo lo que hacemos genera consecuencias buenas y malas a la vez. Si asumimos las consecuencias de la forma en que actuamos, tomamos el control de vuelta. Y si no nos gustan estas consecuencias, la próxima vez que se presente una situación parecida, tenemos la posibilidad de actuar de forma diferente para cambiarlas.
Al decidir, de forma consciente, cómo vamos a actuar, genera una cosa muy curiosa. Empezamos a no sentirnos obligados a hacer lo que se espera que hagamos.
Lo interesante es que algunas veces decidimos hacer lo que se espera, pero no porque tenemos que hacerlo, sino porque decidimos hacerlo. O sea, ya no va en contra de cómo nos sentimos.
No hay respuesta correcta o incorrecta, cada una tiene una consecuencia que, si las asumimos, estamos conectados con nosotros mismos. Y cuando decidimos cómo vamos a actuar, ya volvemos a tener mucho más control de nuestras vidas que antes. No actuamos de forma mecánica; tomamos decisiones conscientes.
Además, otra consecuencia es que empezamos a ver más claramente qué queremos en nuestra vida. Así de sencillo.
Propongo un ejercicio
Es una situación real que ocurrió en una época en que no era posible cambiar regalos, las tiendas no lo hacían.
Era el cumpleaños de una niña. Le regalan un juguete que ella ya tenía. Cuando la niña dijo que ya lo tenía, su madre se quedó tensa y le enseñó que no podía decir eso porque el invitado, que tuvo el trabajo de salir a comprar el regalo, se quedaba triste al oírlo.
¿Qué podríamos enseñar a la niña para que ella pudiera ser coherente con lo que siente e hiciera con que la madre y el invitado se quedasen felices?
Escribe tu idea en los comentarios abajo.
Gracias por estar aquí, por leer y contribuir 😉 .
Un abrazo
Thais
Bueno yo te voy a contar una historia real. Mi hijo de 6 años cumplió el 2 de diciembre y mi familia sin yo haber celebrado el cumpleaños le dieron sus regalos. Todos estabamos alrededor de el y una de mis primas le regalo un muñeco de Iroman y de repente esa prima mira a su hermana y se dan cuenta de que han comprado el mismo juguete… se pusieron preocupadas… uy si quieres te lo cambiamos empezaron a decir antes de que mi hijo abriera el otro regalo que tenia el mismo juguete. Mi hijo no estaba atento a estos comentarios y llega el momento de abrir el regalo de la otra prima. Lo abre y dice él. .. ahhh es igual al otro, se gira ve a su hermano y le dice Alexander este es para ti. Créeme cuando te digo que alli empezó todo el mundo a llorar por el gesto de mi hijo de regalar su muñeco repetido a su hermano.
Qué divertido, Diana! Me encanta tu historia! Y yo hubiera sido una de las que dejaran escapar unas lagrimitas, jiji!