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¿Te has fijado que en nuestra sociedad, la gente está siempre intentando atacar los síntomas y sin embargo evita buscar solución a la causa real de los problemas?

El otro día, estaba comentando con unos amigos el hecho de que un enorme porcentaje de personas no se sientan satisfechas con sus vidas. Uno de ellos, que había trabajado como cobrador en una compañía de seguros, nos contó que todos los meses recibía broncas por entregar bajas de clientes que ya no querían el seguro.

Las bajas, en su mayoría eran fruto de razones similares. Muchos de los clientes incluso no habían completado ni siquiera un año con la compañía, cuando tomaban la decisión de prescindir de sus servicios.

Su jefe le decía que no quería recibir más bajas. Cuando mi amigo le intentaba explicar la razón de cada una de ellas, el jefe decidía que no quería escucharlas. Era algo que no le importaba.

Lo más interesante es que guardaba estas bajas para entregarlas a la central en otro momento. Dos acciones enfocadas en bajar la cantidad de bajas que, por algún tiempo funcionaba, pero después se volvía como una enfermedad crónica.

La mentalidad actual

Esta historia me llamó mucho la atención porque me ayudó a comprender que nuestra mentalidad está enfocada en atacar los síntomas y no a las causas. Vemos la incidencia, aquello que nos molesta y “peleamos” contra esto en lugar de enfrentarnos a las causas que lo provocan.

En el caso de la compañía de seguros, los síntomas eran las bajas que los cobradores entregaban. No importaba cuanto intentara mi amigo explicar las causas, los altos cargos de la empresa no le escuchaban. A ellos realmente les daba igual y ponían toda la responsabilidad en los cobradores, en este caso mi amigo.

La mayor parte de nuestra sociedad se mueve dentro de este patrón. Se trata de un modelo mental basado en el conformismo y en el victimismo. Dentro de él, nos conformamos con todo lo que fue creado y culpamos a las personas de nuestro entorno, al gobierno, a la falta de oportunidades, a la mala suerte o incluso a la crisis de todo lo que nos ocurre. Así, ponemos siempre la solución de nuestros problemas en manos de otros.

Es por esto que tanta gente está insatisfecha con su vida. Y es que al regirse por este modelo, optan por reaccionar contra el mundo y no por ser protagonistas en él. Son solamente actores secundarios en sus propias vidas y en todo lo que les rodea. Finalmente se sienten indefensos delante de lo que les ocurre y creen que no pueden actuar y cambiar la realidad. La responsabilidad de lo que ocurre está siempre fuera de si mismos y no pueden controlarlo.

La transición

Lo bueno es que esa mentalidad está cambiando. Estamos inmersos en un salto evolutivo, una etapa de transición en la que se ve cada vez más a personas con una visión distinta. Personas que asumen el 100% de la responsabilidad de todo lo que les ocurre y dejan de ser víctimas. Cuestionan todos los aspectos de sus vidas y no aceptan lo que les fue impuesto. Saben que no es fácil ni rápido, pero pueden transformar lo que deseen.

Empiezan a cuestionar todo acerca de su trabajo, relaciones personales, religión, cultura y entienden que pueden marcar sus propias reglas y que esto les empodera. Sienten en el corazón que “la vida se desarrolla a partir de ellos mismos”. Son conscientes de que ellos son la causa.

Así, son capaces de entender que los dogmas que tienen sobre la vida no son reales. Son sólo creencias y pensamientos que las personas de su alrededor introdujeron en sus cabezas. Por tanto, las pueden sacar de ahí y sustituirlas por nuevas creencias, nuevas verdades, nuevas reglas, nuevas vertientes de pensamiento y de modelos de realidad.

Este aumento de consciencia está cambiando el formato de cosas tan cotidianas como la estructura empresarial y de los negocios; el enfoque de la medicina, la participación del ciudadano en la política, la estructura financiera global, etc.

Este nuevo enfoque está basado en la búsqueda de la armonía integral individual y colectiva.

Un nuevo mundo está naciendo donde los síntomas ya no necesitan ser atacados. Actuamos directamente en la causa, y las consecuencias dejan de existir.

Las consecuencias (síntomas) han dejado de ser el problema y pasan a ser el indicador de lo que tenemos que cambiar. Con esta visión, somos capaces de apoderarnos de lo que nos pasa y de transformarlo. Como resultado, nos sentimos realizados y dueños de nuestras vidas.

Y esta es mi misión, contribuir con mi granito de arena para que cada vez más personas aprendan a vivir de esta forma.

Un gran abrazo,

Thais